domingo, noviembre 17, 2013

CINCUENTA AÑOS DE LA MUERTE DE KENNEDY


Como siempre ocurre con los muertos estos no pueden contar su parte de la historia y son otros quienes reescriben su legado, esto es un clásico en la historia, y el caso Kennedy no iba a ser menos. Ni Kennedy ni Oswald pudieron responder a quienes hablaban de ellos, por una sencilla razón: estaban muertos. Nunca pudimos ver como evolucionaba su mandato ante los retos del mundo, pero ya se encargaron otros de fabricar una teoría de la conspiración en base al peligro que para  el militarismo yanqui hubiera supuesto como Kennedy hubiera afrontado dichos retos, en definitiva: Kennedy era un estorbo para la mano negra que mece el mundo.
 
El gran merito de los oliverstones de turno ha sido crear en el gran publico un confuso pupurrí entre los hechos en vida del personaje y como hubieran evolucionados los acontecimientos  de estar vivo, hasta el punto de que el publico poco leído termina asumiendo los segundos como parte de los primeros.

¿Se enfrentó Kennedy a Cuba y a la URSS?, y tanto, hasta el punto de bloquear marítimamente la isla (la única vez que se ha hecho) impidiendo la entrada de cualquier barco y llevando al mundo al borde de la guerra nuclear por la persistencia de los rusos en meter mas ojivas nucleares secretamente en Cuba. Fue una victoria rotunda de Kennedy, que consiguió que se evacuaran esas ojivas y la URSS tuviera que recular, a cambio se dejaba tranquilo a ese grano en el culo que era Castro, poco mas que un bocazas sin armas contra USA. El tiempo ha terminando dando la razón a Kennedy y Castro morirá siendo un embaucador latino, ladino y sin mayor peligro para la población norteamericana.

¿Se enfrento Kennedy a Vietnam del Norte?, y tanto, como muchos norteamericanos de principios de los sesenta, pensaba que merecía la pena invertir militarmente en la defensa de los aliados asiáticos tipo Corea del Sur, Taiwan y Vietnam del Sur. Mandó asesores militares allí para luchar contra las guerrillas comunistas que se colaban desde el Vietnam del Norte y atisbó con total lucidez la debilidad del Sur frente al Norte reforzado por China y Rusia.

Al tiempo que esto ocurría un personaje insignificante repartía propaganda en las calles de News Orleans  a favor de la Cuba de Castro y hablaba en las emisoras locales de las bondades del comunismo en base a su experiencia vivida en la URSS donde había emigrado y de donde había regresado. Oswald era un ave raris en el país de las libertades que era USA, nada en común con una familia de corte liberal como era el clan Kennedy opuesto radicalmente al bloque del este. El poder de los Kennedy contrastaba con la vida mísera y sin amigos que llevaba Oswald en New Orleans y que aun se agravó más cuando se traslado a Dallas. El rastreo de la vida de Oswald en la ciudad de Minsk en la URSS, donde se fue a vivir, ha demostrado que su vida allí fue igualmente mísera, decepcionante y algo peor si cabe: más papista que el papa frente a los trabajadores rusos.

De nuevo el gran merito de los oliverstones ha sido convertir al insignificante y cabreado con todos Oswald en algo mucho más importante: un agente secreto de la CIA que se movía en círculos conspiracionistas contra el gobierno demócrata y que a su propia familia, conocidos y gente de la calle engañaba sobre su verdadera naturaleza: un rabioso agente anticastrista y anticomunista,  aunque finalmente traicionado por sus propios compañeros de la CIA al convertirlo en cabeza de turco del asesinato. Oswald no sobrevivió para ver como la memoria de su lucha por un mundo utópico que se movería entre el socialismo y el comunismo era mancillada al convertirlo en un agente del fascismo militarista.

Johnson, el vicepresidente de Kennedy, y supuesto colaborador necesario en el asesinato de Kennedy, continúo la política de derechos sociales hasta el punto que fue el presidente que puso fin a la segregación racial en los Estados Unidos.


Y finalmente:

El hijo de Oliver Stone, cuyo único merito es ser el hijo de Oliver Stone, se ha prodigado por los medios de comunicación para convencernos de las bondades del régimen iraní de Ahmadineyad, y ha terminado siendo lo que fue Oswald en sus entrevistas radiofonicas: un friki de las causas perdidas.